Las alergias se han convertido en uno de los padecimientos más generalizados en el mundo, hasta el punto de que 20% de su población presenta algún tipo de alergias que dificulta en mediana o gran medida el desempeño normal en la vida cotidiana.
Las alergias a alimentos y a medicamentos son mucho menos frecuentes de lo que comúnmente se piensa. De hecho se calcula que 90% de las alergias las producen los microorganismos que se encuentran en el polvo doméstico.
Pueden presentarse a cualquier edad y luego desaparecer sin que haya explicación. Sin embargo, ciertas reacciones de hipersensibilidad se manifiestan a edades determinadas. Por ejemplo la alergia a la leche de los recién nacidos, el asma bronquial en la infancia, los eccemas y erupciones cutáneas en la pubertad. Aunque algunas reacciones pueden durar mucho tiempo, tienden a desaparecer en la edad adulta. Una de las razones es que con la edad, el sistema inmunológico se vuelve más tolerante y el nivel de anticuerpos baja, lo que contribuye a la disminución de los síntomas.
El factor genético ejerce una influencia importante a la hora de prevenir las alergias, herencia familiar que se conoce como atopia. Está comprobado que los hijos de una familia atópica tienen 50% más de probabilidades de estar sensibilizados contra sustancias del entorno que otros niños sin antecedentes familiares, de ahí que resulte común encontrar manifestaciones de asma alérgica, eccemas o de rinitis alérgica en el transcurso de varias generaciones.
El aumento de los pacientes alérgicos tiene también explicación en el deterioro del medio ambiente. Análisis epidemiológicos han demostrado diferencias sustanciales entre los grupos de personas que viven en áreas rurales y quienes desarrollan sus actividades en grandes ciudades. La toxicología del medio ambiente considera contaminantes todas las sustancias nocivas que se encuentran en el agua, el aire, la tierra y los alimentos. Y dentro de este grupo, las partículas de polvo en suspensión adquieren importancia porque pueden permanecer durante largo tiempo en el aire y, a través de la respiración, entrar en el organismo llevando consigo todos los contaminantes que la acompañaban.
Parece que fueran inextinguibles y que tuvieran la capacidad de estar hasta en el último lugar de la casa. Realmente así es. Los ácaros del polvo doméstico son la principal causa de asma en el mundo, y como caso particular, en la medida en que aumenta la presencia de estos microorganismos, se agudiza la reacción alérgica. Un primer indicio de que existe una alergia a los ácaros es la aparición de trastornos agudos cuando se barre o se aspira el piso, o se cambia la ropa de cama.
Los niños son las principales víctimas de los ácaros del polvo, o mejor dicho de sus excrementos que son realmente los que producen la reacción alérgica, por el alto contenido de sustancias sensibilizantes. El polvo doméstico tiene otras sustancias con efectos alérgicos como el moho y el pelo de los animales.
Las esporas del moho se presentan en cualquier lugar de la naturaleza que esté húmedo, sucio o en descomposición. Las hojas secas del jardín, las materas, las alfombras, los colchones y todos los lugares de la casa que puedan guardar humedad, son recintos propicios para su multiplicación. Identificar su presencia es muy fácil, esa superficie afelpada se propaga en ambientes con 60% de la humedad y a una temperatura constante de 20º C. las piscinas, los baños, el aire acondicionado, los pisos y los cielos rasos de madera, requieren una limpieza extrema para evitar su propagación.
En cuanto a las mascotas, quedan vedadas para alérgicos, o por lo menos en la convivencia bajo el mismo techo. Los gatos, los perros, los caballos son los principales causantes de reacciones en los pacientes. Cuando el animal se limpia el pelo con la lengua, la saliva se extiende por la piel, se seca y, mezclada con polvo, puede llegar a todos los rincones de la casa. De la misma manera todos los objetos hechos con la piel de animal como abrigos, muebles o tapetes, pueden tener efectos alérgicos.
Acercarse a las plantas, especialmente a las flores para percibir su aroma, es un acto reflejo perjudicial para los alérgicos. Rinitis alérgica, cierto tipo de conjuntivitis y asma bronquial pueden ser algunas de las consecuencias de tan espontáneo gesto. Las alergias al polen y a semillas de plantas son frecuentes y controlables en espacios cerrados. Cerrar ventanas, evitar salir al aire libre en los días de viento, obviar las labores de jardinería y preferir las vacaciones a la orilla del mar a las vacaciones en el campo, suele hacer más fácil la vida de los alérgicos al polen.
Detectar las causantes de la alergia antes de los siete años, pueden ayudar a erradicar o a controlar la alergia. Según el doctor Ricardo Garcés, médico especialista en alergias infantiles, parte de las reacciones alérgicas son males buscados. La resistencia a adaptar la vivienda a las condiciones que exige una persona con esta sensibilidad, hace que el padecimiento no se supere.
En cuanto a la prevención de las alergias desde la infancia, hay tres aspectos fundamentales. La lactancia materna, porque aumenta la resistencia a las infecciones, la adopción de medidas que eviten el contacto con los alergenos del medio ambiente (polvo doméstico, polen, humo de cigarrillo), y por último la vacunación periódica recomendada por los pediatras.
Acondicionar la casa para convivir con un alérgico implica asumir una rutina estricta de limpieza que elimine en lo posible la presencia de polvo. Cambiar las cortinas de tela, las alfombras y los tapetes por otras alternativas decorativas no representa un gran sacrificio comparado con el alivio que produce. Evitar peluches y juguetes de felpa, tener las plantas en el exterior de la casa, cambiar periódicamente la ropa de cama y reducir al mínimo los muebles y objetos de la habitación del alérgico, dan buenos resultados.
Una casa poca apta para alérgicos. Eliminar los objetos que guarden polvo, como: cojines, muebles de tela y cortinas, reubicar los animales y seleccionar las flores, es el primer paso que debe seguir un alérgico.