1. Celebraciones infantiles o juveniles con licor. Por ejemplo, bautizos, cumpleaños, primeras comuniones, quince años, bazares escolares. Si el comportamiento normal de los adultos es divertirse consumiendo licor y, en muchas ocasiones, exageradamente, ¿por qué los menores tendrían que verlo como algo negativo para la vida? Una buena idea es organizar reuniones en las que todos se disfracen de un tema en especial y realicen concursos de baile o canto. Recuerda: sin licor.
2. Darle la probadita de licor al niño e incluso brindarles cocteles con licor a los adolescentes. Todo lo que se vuelve repetitivo o le genera placer a nuestro paladar nos va produciendo agrado y, cuando esto sucede, existen muchas más probabilidades de que existan adicciones. Si en las fiestas de los adolescentes les ofreces cocteles de frutas (sin licor), harás un aporte mucho más saludable a sus estilos de vida.
3. Pedirle al adolescente que te encienda el cigarrillo o tener ceniceros en la casa. Ambas situaciones son un permiso para que el joven adquiera el hábito de fumar. Si ellos observan que utilizas el cigarrillo para calmar tu ansiedad, aún poniendo en riesgo tu salud, muy seguramente harán lo mismo en una época en donde sus vidas están llenas de dudas. Ten presente que del cigarrillo a otras sustancias sólo hay un pequeño paso.
4. Utilizar el licor para calmar el cansancio. En muchos hogares se observa como los padres, después de una fuerte jornada laboral, terminan la semana consumiendo licor en excesos. Si eso sucede con el adulto, el joven, en su análisis, también podrá decir “tuve una semana de estudios muy pesada, me voy a tomar unas cervecitas” o “ya estoy ganando mi dinero, tengo derecho a gastarlo como lo hacen papá o mamá”.
El mensaje que como padres les demos a nuestros hijos no se nos puede devolver en contra, como consecuencia de los hábitos poco saludables que llevemos.
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Aprender a conocer las señales de alarma
Como parte de la prevención que podemos tener con nuestros hijos frente a la aparición de adicciones, debemos mejorar el conocimiento que tengamos de sus vidas, estando muy atentos a situaciones como:
Visitas frecuentes a ambientes donde se consuman licor, cigarrillo y drogas.
Tener amigos consumidores o con adicciones. Es mucho más fácil que tu hijo termine asumiendo las mismas conductas a que él logre cambiar a quienes lo rodean.
Frases como “mis amigos consumen pero yo no” o “yo solo he probado” requieren redoblar la atención.
Cambios de comportamiento e irritabilidad frecuente.
Ausencia de sueño y cambio en los horarios en los que normalmente lo hacía.
En situaciones como estas, lo más recomendables es mejorar la comunicación con tus hijos, hacer más preguntas, estar más atento, controlar la “cantaleta” y, de ser necesario, buscar ayuda profesional. Recuerda siempre estar muy cerca a tus hijos, hacer que se sientan acompañados, que encuentren en ti a ese padre-amigo que sabe escuchar y tener una palabra amable en el momento adecuado: siempre ahí, al lado de tus hijos.
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